lunes, 31 de mayo de 2010

Casi siempre la mayoría de las personas están pensando o viven en función de realizar ciertos aspectos de sus vidas que, llevados por el "status quo" y los estereotipos establecidos por la sociedad, creen que es la culminación unísona y perfecta de un feliz y venturoso paso por esta maravillosa vida, buscando desesperadamente instrumentos y medios para conseguir todo lo que encierra y significa esa palabra mágica que todos conocemos y anhelamos, de alguna u otra manera: el éxito.

Sin embargo, nosotros mismos en la sociedad nos hemos impuesto - sin mucha objeción de nuestra parte - lineamientos y directrices que debemos seguir para alcanzar el éxito dentro de nuestras vidas y que, a primera vista, parecerían ser dogmas de fe, que no permitirían un esquema distinto o una percepción contraria a estos conceptos irrefutables. Nos hemos dejado guiar por aquello de que "si no tienes éxito no eres nadie en la vida". En este punto cabe hacerse la pregunta: ¿qué es tener éxito. Y, la totalidad de respuestas, más o menos dirán que el éxito es tener mucho dinero - y casi siempre es poco el que tenemos - , tener siempre el carro del año, vestir la ropa más cara y de moda, tener la casa más grande y bonita, ir a comer a los mejores restoranes, tener el cargo gerencial más importante de una compañía, viajar en primera clase, poner a tus hijos en los mejores colegios, ser reconocido por tus semejantes como una persona implacable en tus decisiones, salir en las revistas de la "socialité", tener todas las maestrías posibles, los reconocimientos sociales, etc.

Una vez que, según este universo de situaciones y cosas que nos harían dar un grado de satisfacción supremo, casi divino, diríamos, haya sido conseguido por nosotros, a la vez, estaríamos en el clímax supremo de la felicidad. Pero: ¿son realmente estas situaciones y cosas sinónimo de éxito? Hagamos un análisis breve tomando uno de los casos antes mencionados: (i) tener una casa más grande y bonita. En principio, cuando la adquirimos, probablemente haya sido en reemplazo de una casa mucho más pequeña y con menos adornos y una arquitectura mucho más modesta; en aquel momento, nos sentimos orgullosos de la adquisición y probablemente sea un sueño hecho realidad, que refleja de forma objetiva y palpable nuestro "éxito" en la vida. Pero en seguida, tenemos conocimiento de que un amigo nuestro se ha construido un palacete estilo victoriano en una gran urbanización privada y, en ese momento, nos entra una gran desesperación al saber que alguien es más exitoso que nosotros porque tiene una casa mucho más bonita que la nuestra y pensamos que algo tenemos que hacer para alcanzar el éxito de ese amigo privilegiado por la vida. A este ritmo y en todos los casos, podríamos seguir todas nuestras vidas y probablemente siempre nos encontremos insatisfechos y poco exitosos. Alguien dirá: "¿entonces, si no progresamos o no mejoramos, somos unos perdedores?". La respuesta es sí, si lo vemos desde el punto de vista desde el cual hicimos este pequeño análisis. Pero también es coherente preguntarse: ¿es correcto este análisis?, ¿son adecuadas las premisas?, ¿cabe la posibilidad de tener un resultado distinto que nos permita ver las cosas de otra manera?. Desde mi punto de vista creo que sí. Si bien es cierto que algunas personas se sienten identificadas y cómodas de tal suerte que les permita adaptarse como "guante a la mano" a este consuetudinario concepto de éxito.

Desde mi punto de vista, el éxito es la actitud mental constante en el tiempo que nos permite, de una manera sostenida, asumir las consecuencias de todos los hechos y situaciones de nuestra vida, que coadyuvado de la ejecución de ciertas acciones, se trasluce en un estado de gozo espiritual, físico y mental verdadero. Los seres humanos nos pasamos casi toda nuestra vida en la búsqueda eterna de las cosas o hechos de nuestro afecto, ya sean estos bienes materiales o circunstancias, calificándolas a ambas de negativas o positivas, según los ya comentados parámetros establecidos por la costumbre, casi dando la razón a la conocidísima teoría oriental de la bipolaridad del yin y el yan, produciéndonos entonces, cuando no las tenemos o no suceden o de si éstas las tenemos o éstas suceden pero no de la manera deseada por nosotros, una serie de limitaciones de los cuales creemos no tienen solución o la que existe no es la justa o correcta, que nos lleva a sentir frustración y desencanto que, dependiendo de la intensidad, podrá simplemente aniquilarnos y hacernos sentir en seres fracasados y de poco valor.

Pero, si asumimos una actitud mental que nos permita eliminar la tendencia de calificar los hechos de positivos o negativos, de asumir de que todo lo que sucede se produce por alguna razón, de que somos actores activos para poder modificar el estado de las cosas, y de que esta voluntad de cambio es la que nos permite acercar nuestra realidad interior con la realidad exterior de tal suerte que nos permita sentirnos de la manera que deseamos, entonces nos encontraremos frente a las puertas del éxito y ser siempre personas recompensadas con la felicidad duradera .

Cuando todas estas situaciones confluyen de una manera constante y unísona podemos empezar a sentir que todas las oportunidades que se nos presentan durante la vida serán simplemente hechos que previamente habremos trabajado para que sucedan y para los cuales estaremos preparados de la mejor manera posible. Pero todo esto puede sonar egoísta y hasta hedonista talvez si es que nuestro poder mental e intelectual no va de la mano con el desarrollo de nuestro poder espiritual y es ahí en donde entra lo que llamo las acciones coadyuvantes. Los seres humanos nos olvidamos de ser tales en muchas ocasiones. Cuando cumplimos nuestros deberes, cuando aprendemos a escuchar a los demás, cuando aprendemos a respetar la opinión ajena, cuando aprendemos a perdonar a quienes nos han ofendido, cuando socorremos a nuestro prójimo, cuando aprendemos a ser pacientes, cuando toleramos las diferencias entre las personas y aprendemos de las mismas, cuando entendemos que las personas se equivocan y merecen una oportunidad, cuando aprendemos la humildad, cuando aprendemos a pedir perdón, cuando evitamos hacerle daño al prójimo, cuando aprendamos que los más fuertes debemos proteger a los más débiles, cuando evitamos hablar mal de las personas, etc., entonces y solamente entonces podremos sentirnos personas de éxito. Superaremos nuestras limitaciones limitaciones para simplemente encontrar, dentro de nosotros mismos, ese estado de gozo puro, natural y duradero. Todo depende de nosotros: te sentirás exitoso si así lo sientes en tu espíritu y así lo determina tu mente. Y, cuando así haya ocurrido, recuerda: nada ni nadie podrá hacerte pensar lo contrario ya que una persona exitosa es la que tiene una actitud frente a la vida y una determinación ante la muerte.